lunes, 24 de mayo de 2010

JUSTIFICACIÓN CARTEL Y MARCO TEÓRICO

Francia fue pionera en la estampa política, muy frecuente desde los primeros pasos del proceso revolucionario de 1789, motivo por el que la prensa y las editoriales francesas contaron con algunos de los mejores caricaturistas y grabadores del siglo XIX, con nombres tan destacados como Honoré Daumier o Gustave Doré, en cierto modo precursores de los publicistas y cartelistas de fin de siglo, como Toulouse-Lautrec. También fue Francia la cuna de las revistas satíricas ilustradas. Fue pionera en este sentido La Caricature, revista fundada en 1830 por Charles Philipon y de vida breve, pues en 1832 fue temporalmente clausurada por un dibujo de Daumier, que supuso a su autor una condena a seis meses de prisión. Fue en La Caricature en donde se publicó el famoso retrato de Luis Felipe en forma de pera. El autor de este trabajo fue Philipon y se dice que éste icono, el de la pera, se popularizó tanto que se llegó a difundir en forma de grafitis por las paredes de las calles de París. También se dice que contribuyó a la caída del reinado de Luis Felipe, conocido también como el último rey de francia.

Philipon también creo Le Charivari, que se editó en París desde 1832 hasta 1937. Su temprano éxito, en el agitado clima político francés, forzó al gobierno liberal del rey Luis Felipe I de Orleáns a prohibir la sátira política, un recorte de la libertad de prensa que no era bien visto por los franceses y que había sido uno de los detonantes de la revolución que en 1830 desalojó del trono a Carlos X de Borbón.

Le Charivari toma su nombre de la cultura popular. Charivari tiene un caracter folklórico, de festividad o celebración, a este tipo de fiestas pertenecían el Carnaval y, sobretodo, La Fiesta de los Locos en donde se celebrara «una especie de liturgia al revés que, hasta su prohibición hacía 1450, tenia lugar en el interior del templo, en el que se celebraban misas burlescas y se elegía una serie de personajes caricatura tales como Papas, Obispos, y Príncipes de Locos».

Los diccionarios de lengua castellana indican que Charivari es equivalente a la palabra cencerrada. Al nombre se le da un sentido auditivo en relación con el ruido, nada armonioso que el cencerro produce. Se relaciona la cencerrada con la celebración de matrimonios de viudos y con los de personas de edades desiguales o en edades impropias para el matrimonio.

Así pues Philipón elige este nombre para su diario, cuyo formato inicial era de cuatro páginas de 36 x 26 cm; en la primera página generalmente había un artículo escrito por uno de los directores. La segunda página cubría temas locales. La tercera siempre se reservaba para la caricatura y la última se usaba para los anuncios comerciales.

Charles Philipon vendió el diario en 1836 a unos senadores belgas por 12.000 francos pero no dejó su puesto de editor hasta su muerte en 1862. Fue sustituido por Louis Adrien Huart , que más tarde también será sustituido por Pierre Veron.

Desde 1926 se convierte en una publicación semanal y desaparece en 1937. Durante este tiempo la propiedad del diario irá cambiando de manos.

Frente a otras formas de comicidad, cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos, la caricatura es un género “moderno” y bien documentado: Nace en Italia a finales del siglo XVI, y es creación de los hermanos Ludovico y Annibale Carracci (respectivamente, 1557-1602 y 1560-1609). El biógrafo de los Carracci, relata que, después de haber trabajado todo el día en el taller en su trabajo “serio”, a modo de relax los Carracci buscaban, paseando por las calles, modelos para sus caricaturas.

La misma palabra testimonia su origen e intención: Los “ritratti carichi” (retratos cargados, sobrecargados) suponen una transformación deliberada y rebajante en los rasgos de una persona. Un poco después, ya en el siglo XVII, el arquitecto, escultor, pintor y también caricaturista Giovanni Lorenzo Bernini explica el sentido de la caricatura: Ésta -dice- trata de descubrir una semejanza en la deformidad; así se acerca más a la verdad del modelo que el simple retrato o que la realidad misma.

¿Por qué surge la caricatura en el siglo XVI y no antes? Porque en ese momento se asigna una nueva función a la fantasía del artista: construir una realidad propia. La obra de arte es, para los creadores del siglo XVI, una visión que nace en la mente del artista, mientras la realización es considerada sólo como un proceso mecánico. El artista no es valorado por su simple habilidad manual, sino por la inspiración, por el don de la visión, por su capacidad para ver más allá de la apariencia. El retratista revela el carácter, la esencia del retratado; similarmente, el caricaturista revela el verdadero hombre tras su máscara, muestra su pequeñez y fealdad esenciales. Por vez primera en la historia de la mentalidad europea, la obra de arte es considerada proyección de una imagen interior. El valor de la obra de arte no radica ya, para el hombre del siglo XVI, en la mimesis de la realidad, sino en la mimesis de la vida psíquica del artista. Además de la caricatura, otras formas pictóricas llenas de subjetividad, como el bosquejo y el “capriccio”, son tenidas en este momento en alta estima, porque reproducen el proceso de la inspiración más fielmente que la pintura acabada.

La caricatura presenta una extremada simplificación de rasgos, y también una aparente renuncia a la habilidad dibujística, con el resultado de semejar un “garabato”. Estos procedimientos formales son constantes a lo largo de la historia de la caricatura. La caricatura, desde luego, participa de la agresividad de lo risible. La persona caricaturizada se siente degradada, amenazada en su individualidad por la duplicación de su imagen, desalojada de su secreto vergonzante. Uno de los lugares en la estética de la comicidad es su carácter social, su dependencia de las condiciones históricas y económicas: cada período, cada clase social, cada comunidad, tiene su peculiar forma de reír. Además, lo risible busca la comunicación entre emisor y receptor. En el caso de la caricatura, el emisor conquista y seduce con su ingenio al receptor, y la aprobación de éste justifica al emisor en su agresión. la caricatura implica, en el artista, un descubrimiento involuntario de alguna fealdad esencial, y en el receptor, un reconocimiento intelectual. La caricatura revela el contraste entre el aspecto exterior de alguien y el “verdadero” carácter de su personalidad, que el caricaturista descubre.Frente a otras formas de comicidad, cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos, la caricatura es un género “moderno” y bien documentado: Nace en Italia a finales del siglo XVI, y es creación de los hermanos Ludovico y Annibale Carracci (respectivamente, 1557-1602 y 1560-1609). El biógrafo de los Carracci, relata que, después de haber trabajado todo el día en el taller en su trabajo “serio”, a modo de relax los Carracci buscaban, paseando por las calles, modelos para sus caricaturas.

La misma palabra testimonia su origen e intención: Los “ritratti carichi” (retratos cargados, sobrecargados) suponen una transformación deliberada y rebajante en los rasgos de una persona. Un poco después, ya en el siglo XVII, el arquitecto, escultor, pintor y también caricaturista Giovanni Lorenzo Bernini explica el sentido de la caricatura: Ésta -dice- trata de descubrir una semejanza en la deformidad; así se acerca más a la verdad del modelo que el simple retrato o que la realidad misma.

¿Por qué surge la caricatura en el siglo XVI y no antes? Porque en ese momento se asigna una nueva función a la fantasía del artista: construir una realidad propia. La obra de arte es, para los creadores del siglo XVI, una visión que nace en la mente del artista, mientras la realización es considerada sólo como un proceso mecánico. El artista no es valorado por su simple habilidad manual, sino por la inspiración, por el don de la visión, por su capacidad para ver más allá de la apariencia. El retratista revela el carácter, la esencia del retratado; similarmente, el caricaturista revela el verdadero hombre tras su máscara, muestra su pequeñez y fealdad esenciales. Por vez primera en la historia de la mentalidad europea, la obra de arte es considerada proyección de una imagen interior. El valor de la obra de arte no radica ya, para el hombre del siglo XVI, en la mimesis de la realidad, sino en la mimesis de la vida psíquica del artista. Además de la caricatura, otras formas pictóricas llenas de subjetividad, como el bosquejo y el “capriccio”, son tenidas en este momento en alta estima, porque reproducen el proceso de la inspiración más fielmente que la pintura acabada.

La caricatura presenta una extremada simplificación de rasgos, y también una aparente renuncia a la habilidad dibujística, con el resultado de semejar un “garabato”. Estos procedimientos formales son constantes a lo largo de la historia de la caricatura. La caricatura, desde luego, participa de la agresividad de lo risible. La persona caricaturizada se siente degradada, amenazada en su individualidad por la duplicación de su imagen, desalojada de su secreto vergonzante. Uno de los lugares en la estética de la comicidad es su carácter social, su dependencia de las condiciones históricas y económicas: cada período, cada clase social, cada comunidad, tiene su peculiar forma de reír. Además, lo risible busca la comunicación entre emisor y receptor. En el caso de la caricatura, el emisor conquista y seduce con su ingenio al receptor, y la aprobación de éste justifica al emisor en su agresión. la caricatura implica, en el artista, un descubrimiento involuntario de alguna fealdad esencial, y en el receptor, un reconocimiento intelectual. La caricatura revela el contraste entre el aspecto exterior de alguien y el “verdadero” carácter de su personalidad, que el caricaturista descubre.Frente a otras formas de comicidad, cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos, la caricatura es un género “moderno” y bien documentado: Nace en Italia a finales del siglo XVI, y es creación de los hermanos Ludovico y Annibale Carracci (respectivamente, 1557-1602 y 1560-1609). El biógrafo de los Carracci, relata que, después de haber trabajado todo el día en el taller en su trabajo “serio”, a modo de relax los Carracci buscaban, paseando por las calles, modelos para sus caricaturas.

La misma palabra testimonia su origen e intención: Los “ritratti carichi” (retratos cargados, sobrecargados) suponen una transformación deliberada y rebajante en los rasgos de una persona. Un poco después, ya en el siglo XVII, el arquitecto, escultor, pintor y también caricaturista Giovanni Lorenzo Bernini explica el sentido de la caricatura: Ésta -dice- trata de descubrir una semejanza en la deformidad; así se acerca más a la verdad del modelo que el simple retrato o que la realidad misma.

¿Por qué surge la caricatura en el siglo XVI y no antes? Porque en ese momento se asigna una nueva función a la fantasía del artista: construir una realidad propia. La obra de arte es, para los creadores del siglo XVI, una visión que nace en la mente del artista, mientras la realización es considerada sólo como un proceso mecánico. El artista no es valorado por su simple habilidad manual, sino por la inspiración, por el don de la visión, por su capacidad para ver más allá de la apariencia. El retratista revela el carácter, la esencia del retratado; similarmente, el caricaturista revela el verdadero hombre tras su máscara, muestra su pequeñez y fealdad esenciales. Por vez primera en la historia de la mentalidad europea, la obra de arte es considerada proyección de una imagen interior. El valor de la obra de arte no radica ya, para el hombre del siglo XVI, en la mimesis de la realidad, sino en la mimesis de la vida psíquica del artista. Además de la caricatura, otras formas pictóricas llenas de subjetividad, como el bosquejo y el “capriccio”, son tenidas en este momento en alta estima, porque reproducen el proceso de la inspiración más fielmente que la pintura acabada.

La caricatura presenta una extremada simplificación de rasgos, y también una aparente renuncia a la habilidad dibujística, con el resultado de semejar un “garabato”. Estos procedimientos formales son constantes a lo largo de la historia de la caricatura. La caricatura, desde luego, participa de la agresividad de lo risible. La persona caricaturizada se siente degradada, amenazada en su individualidad por la duplicación de su imagen, desalojada de su secreto vergonzante. Uno de los lugares en la estética de la comicidad es su carácter social, su dependencia de las condiciones históricas y económicas: cada período, cada clase social, cada comunidad, tiene su peculiar forma de reír. Además, lo risible busca la comunicación entre emisor y receptor. En el caso de la caricatura, el emisor conquista y seduce con su ingenio al receptor, y la aprobación de éste justifica al emisor en su agresión. la caricatura implica, en el artista, un descubrimiento involuntario de alguna fealdad esencial, y en el receptor, un reconocimiento intelectual. La caricatura revela el contraste entre el aspecto exterior de alguien y el “verdadero” carácter de su personalidad, que el caricaturista descubre.

Las primeras caricaturas, las de los siglos XVI y XVII, son sencillas, juguetonas, como bromas que el gran pintor realiza en su estudio, en ratos libres, para el pequeño círculo de sus amigos. Más adelante, en el siglo XVIII, se introducen en los periódicos los llamados “retratos caricaturas”, y esta forma adquiere un nuevo sentido: pasa a ser arma social que mata por el ridículo, desenmascarando las pretensiones de los poderosos. En esta línea continuará el siglo XIX, con la excelente obra de Honoré Daumier.

La invención de la litografía en 1798 por Aloys Senefelder (1771-1834) proporcionó la solución al problema de la reproducción del dibujo en la prensa. Desde sus inicios la litografía ayudó a difundir la imagen de personajes notables. Sin embargo, no fueron las necesidades artísticas las que provocaron el descubrimiento; fue el deseo de introducir el grabado dentro del naciente sector industrial. Se hizo amplio uso de la litografía en la industria editorial y periodística.

Esta técnica se realiza sobre una piedra calcárea, porosa, que tiene la capacidad de absorber tanto la grasa como el agua. Sirviéndose de un lápiz o de tinta de composición grasa, el artista efectúa un dibujo sobre la superficie de la piedra, una vez ha sido pulimentada. Luego, mediante un procedimiento conocido con el nombre de acidulación, se aplica sobre la piedra una capa de ácido nítrico mezclada con goma arábiga que permite fijar la zona dibujada y limpiar de grasa los poros de la zona libre, haciéndola más receptiva al agua. Para estampar el dibujo de la piedra basta humedecer ésta y a continuación pasar un rodillo empapado en tinta grasa. La tinta sólo penetrará en los poros ocupados anteriormente por el dibujo y será repetida por los poros donde esté el agua.

Cuentan que "Daumier recibía cada semana entre tres y cinco piedras litográficas. Debido al carácter de las ilustraciones debía trabajar rápidamente: dibujaba directamente sobre la piedra y solía numerar las piedras como referencia. La piedra terminada era enviada al impresor, que hacía dos o tres impresiones: una era usada para el control de calidad y algunas veces para que Daumier hiciera sus correcciones, la otra era usada por el editor de texto, quien debía realizar el texto correspondiente se hacia una nueva impresión para la prueba de estampación. En ciertas épocas, esta prueba debía ser aprobada por un censor, quien debía dar la aprobación o desaprobación el mismo día. Sólo en ese momento se iniciaba el proceso de impresión. Las piedras litográficas eran almacenadas por un tiempo. De esta manera era posible hacer posteriormente ediciones especiales de las litografías más exitosas. Finalmente las piedras se limpiaban, borraban y preparaban para una nueva intervención”.

Honoré Daumier nació el año 1808 en la ciudad de Marsella, pero de niño se traslado a París junto con su familia. Allí, desde muy joven trabajó como ujier en un tribunal de justicia y cadete en una librería.

En 1822 comenzó a estudiar pintura y dibujo.

Hacia 1828, él aprendió la técnica de la litografía y comenzó a trabajar para editoriales pequeñas y en la ilustración de anuncios publicitarios, en los que se nota el influjo de Nicolás Charlet (1792-1845).

Después de la revolución de 1830, en la atmósfera de libertad en Francia, el papel de los medios de comunicación creció y el arte de la sátira política prosperó. Ante tales circunstancias, en 1832 comenzó a trabajar en "Le Charivari”, periódico particularmente crítico al gobierno de Luis Felipe I de Orleáns. Allí tuvo como colegas a otros señalados caricaturistas: Denis Auguste Raffet, Achille Devéria y J. J. Grandville, etc…

Daumier, precisamente por haber realizado una caricatura del monarca, que aparecía retratado como Pantagruel (el glotón personaje de Rabelais), sufrió una prisión de seis meses.

Retornó a la sátira política con la Revolución de 1848. A partir de ese mismo año se apasionó por la pintura, teniendo entonces un estilo muy influido por Delacroix, Corot, Millet, Rousseau y -en sus últimas obras- por Jean Honore Fragonard y los impresionistas.

Daumier, publicó dibujos satíricos en varios semanarios de París durante toda su carrera. Casi todas sus historietas fueron hechas en litografía. La historia de Francia y Europa, las relaciones sociales y políticas, y los estadistas, encuentran un lugar de privilegio en sus trabajos.

Según sus contemporáneos, él tenía una memoria y una capacidad asombrosas para capturar la esencia del modelo, sus formas, rasgos, gestos. Su serie de retratos de diputados franceses es asombrosa.

Al final de 1840, sus intereses cambiaron a la pintura, aunque él continuó publicando muchas litografías. Sus pinturas, sin embargo, se diferencian de sus trabajos gráficos no solamente por las técnicas y medios artísticos sino también por sus temas.

En 1848, participó en un concurso gubernamental con el tema de la república; actualmente su República se encuentra en el Museo D'Orsay, en París. Numerosas telas y dibujos representan las aventuras de Don Quijote de Cervantes, demostración de la fascinación que este tema tenía para él.

Como litógrafo trabajó mucho, más de 4000 trabajos gráficos, 300 pinturas, 800 dibujos, y las esculturas. Pero, a pesar de este trabajo titánico, él no consiguió con ellos resolver su vida. Murió en la casa que le había sido prestada por Jean-Baptiste Camille Corot (1796 – 1875). Éste compró una casa secretamente para Daumier, y le escribió, "mi viejo camarada - tengo una pequeña casa para la cual no tenía ningún uso en Valmondois cerca del Isla-Ada'n. Pienso que podría ofrecérsela a usted y, como pienso es una buena idea, yo la ha inscrito a su nombre en el notario. No es por usted que hago esto, sino simplemente para molestar a su propietario”. Era un gesto simple, y dio al artista algunos años de serenidad y tranquilidad.

Daumier, "uno de los pocos románticos que no se sustrajeron de la realidad, permaneció en su vida prácticamente desconocido como pintor." Algunos amigos lo animaron y, un año antes de su muerte, arreglaron su primera exposición.

Sus pinturas, de estilo realista están más cercano al arte del siglo XX que al de su época: su trazo es como de bosquejo y muy expresivo. Solamente en 1901, en la exposición póstuma de Daumier el mundo lo descubrió.Honoré Daumier nació el año 1808 en la ciudad de Marsella, pero de niño se traslado a París junto con su familia. Allí, desde muy joven trabajó como ujier en un tribunal de justicia y cadete en una librería.

En 1822 comenzó a estudiar pintura y dibujo.

Hacia 1828, él aprendió la técnica de la litografía y comenzó a trabajar para editoriales pequeñas y en la ilustración de anuncios publicitarios, en los que se nota el influjo de Nicolás Charlet (1792-1845).

Después de la revolución de 1830, en la atmósfera de libertad en Francia, el papel de los medios de comunicación creció y el arte de la sátira política prosperó. Ante tales circunstancias, en 1832 comenzó a trabajar en "Le Charivari”, periódico particularmente crítico al gobierno de Luis Felipe I de Orleáns. Allí tuvo como colegas a otros señalados caricaturistas: Denis Auguste Raffet, Achille Devéria y J. J. Grandville, etc…

Daumier, precisamente por haber realizado una caricatura del monarca, que aparecía retratado como Pantagruel (el glotón personaje de Rabelais), sufrió una prisión de seis meses.

Retornó a la sátira política con la Revolución de 1848. A partir de ese mismo año se apasionó por la pintura, teniendo entonces un estilo muy influido por Delacroix, Corot, Millet, Rousseau y -en sus últimas obras- por Jean Honore Fragonard y los impresionistas.

Daumier, publicó dibujos satíricos en varios semanarios de París durante toda su carrera. Casi todas sus historietas fueron hechas en litografía. La historia de Francia y Europa, las relaciones sociales y políticas, y los estadistas, encuentran un lugar de privilegio en sus trabajos.

Según sus contemporáneos, él tenía una memoria y una capacidad asombrosas para capturar la esencia del modelo, sus formas, rasgos, gestos. Su serie de retratos de diputados franceses es asombrosa.

Al final de 1840, sus intereses cambiaron a la pintura, aunque él continuó publicando muchas litografías. Sus pinturas, sin embargo, se diferencian de sus trabajos gráficos no solamente por las técnicas y medios artísticos sino también por sus temas.

En 1848, participó en un concurso gubernamental con el tema de la república; actualmente su República se encuentra en el Museo D'Orsay, en París. Numerosas telas y dibujos representan las aventuras de Don Quijote de Cervantes, demostración de la fascinación que este tema tenía para él.

Como litógrafo trabajó mucho, más de 4000 trabajos gráficos, 300 pinturas, 800 dibujos, y las esculturas. Pero, a pesar de este trabajo titánico, él no consiguió con ellos resolver su vida. Murió en la casa que le había sido prestada por Jean-Baptiste Camille Corot (1796 – 1875). Éste compró una casa secretamente para Daumier, y le escribió, "mi viejo camarada - tengo una pequeña casa para la cual no tenía ningún uso en Valmondois cerca del Isla-Ada'n. Pienso que podría ofrecérsela a usted y, como pienso es una buena idea, yo la ha inscrito a su nombre en el notario. No es por usted que hago esto, sino simplemente para molestar a su propietario”. Era un gesto simple, y dio al artista algunos años de serenidad y tranquilidad.

Daumier, "uno de los pocos románticos que no se sustrajeron de la realidad, permaneció en su vida prácticamente desconocido como pintor." Algunos amigos lo animaron y, un año antes de su muerte, arreglaron su primera exposición.

Sus pinturas, de estilo realista están más cercano al arte del siglo XX que al de su época: su trazo es como de bosquejo y muy expresivo. Solamente en 1901, en la exposición póstuma de Daumier el mundo lo descubrió.

Uno de los problemas a los que se enfrenta la caricatura es la censura de prensa. La censura de la caricatura en Francia durante el siglo XIX se debe a los cambios de regimenes políticos de este país . La censura de la caricatura se abolió en los años 1815, 1830, 1848, 1870 y para siempre, al menos en tiempos de paz, en 1881, con la consolidación de la república. Así pues la censura se reinstauró durante los periodos de 1820, 1835, 1852 y 1871.

En 1829 el ministro de Interior Francés declaró que los grabados o las litografías actuaban de inmediato en la imaginación de las gentes, que eran como un libro que se leía con la velocidad de la luz y que el daño que propinaban a la decencia era irremediable. Luis Felipe decidió implantar la censura, por medio de la ley de prensa de 1835 que exigía autorización previa.

Uno de los casos más célebres fue el proceso al que se vio sometido Charles Philipon en 1835. El propio Philipon creó para La Caricature un popular dibujo en el que transformaba al rey Luis Felipe en una pera. Esta caricatura motivó la apertura de un proceso por delito de lesa majestad. Sin duda, uno de los aspectos más destacados de esta anécdota es la frase que Philipon pronunció durante el juicio: “aquello de lo que me acusan no está en mi dibujo, sino en sus conciencias”.

Acostumbrado a los roces con la justicia, Philipon aprovecho bien sus estancias en prisión, ya que en una de ellas ideó Le Charivari, e, incluso para no perder destreza, perfeccionó el dibujo de la pera-Luis Felipe utilizando las propias paredes de su celda. El recuento total de la agitada relación de Philipon con la justicia real asciende a trece meses de prisión y 4.600 francos de multa.

Pero no es este el único proceso que se abrió a un miembro del equipo de Philipon. Mucho ha trascendido el encarcelamiento durante seis meses de Honoré Daumier, a raíz de un dibujo publicado en 1831, también contra Luis Felipe, en el que lo caracterizaba como un Gargantúa que devoraba los tributos de la población más humilde. Al parecer, el público tenía tal inclinación por la obra de Daumier “que cuando éstas le ocasionaban multas o prisión nunca faltaba quien las pagara o le facilitase los medios para escapar de la cárcel”. Baudelaire aclara más este punto, haciendo referencia a la invención por parte de Daumier de una fórmula para atender las numerosas multas a las que La Caricature o Le Charivari debían enfrentarse: Philipon, utilizando esta idea, creó una empresa denominada Association Mensuelle Lithohraphique, que vendía 24 litografías de gran formato para hacer una caja de reserva destinada a reanudar la edición del periódico, como efectivamente se hizo en 1839. Según Champfleury, la Association Mensuelle se fundó para ayudar a los condenados políticos. A esta colección pertenece la más famosa caricatura histórica de Daumier: la representación de las víctimas asesinadas de la Rue Transnonain en julio de 1834. Asimismo, hace referencia a la forzosa renuncia de Daumier a la caricatura política tras la aprobación de una ley de prensa en 1835 que exigía autorización previa. En la Francia de aquella época la nómina de perseguidos por desafiar la censura previa es extensísima, algunos caricaturistas franceses cuya obra fue prohibida y / o que fueron detenidos y / o encarcelados son: Grandville, Traviès, André Gill, Pilotell, Charles Vernier, Charles-Gilbert Martin, Louis Legrand, Aristide Delannoy, Alfred Le Petit y Jules Grandjouan).

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